22.9.09

La sembradora

Necesito construir un sueño mínimamente respetable. Uno que sea lo bastante firme como para echar un respiro, y poder hincarme con una cierta paz sobre un cojín de terciopelo cosido con todas mis viejas lágrimas.
Fuera de Mí-misma, la contienda continúa. El ego se envalentona, patalea, me muestra la dentellada del miedo: "Eh!¿lo ves?¡estoy aquí!¡tengo el poder!¡lo tendré mientras sigas encarnada, soñando con cojines de santa!".
En el sitio donde nace la poesía (la residencia de los demonios en la casa de Dios) tengo un recuerdo de infancia: el rostro de Adán apuntando hacia el cielo, distraído quizá, en un ave, o en el arrobamiento de su propia contemplación. Asomado al oído, el diablo le susurraba sus tentaciones. Un tentempié para Adán antes de la manzana.
Le pregunté a mi padre:
-¿Quién es éste?
Estábamos en la cocina, mirando la ilustración. Él hizo un gesto de vuelo con las manos:
- ¡El Diábolo! -respondió, con expresión rapaz.
Luz de pasillo. Él se inclinaba sobre mi cama y me arropaba.
- Papá, ¿cuándo nació Dios?
Se rió atonito.
-¡Dios nunca nació!¡Siempre estuvo ahí!

Hago grandes esfuerzos por conservar el presente.
Una vez más, olvido que no es necesario hacer ningún esfuerzo. El presente no debería ser: es gozo absoluto. Este instante contiene la eternidad. Decido vivirlo apaciblemente, en el calor de mi hogar.
El viaje más largo y peligroso que existe se recorre sin haber movido un ápice; todo lo demás es escapismo. Es morder el anzuelo de la criatura oscura que se asoma al oído de Adán.

2 comentarios:

tula dijo...

regalar es hacer un presente, por eso el presente (ahora), es un regalo...
bs

Fata Morgana dijo...

Y ahora :D