22.2.09

Brahamadatta y el dios-árbol

Brahmadatta se paseba por los jardines de su palacio, contemplando sus riquezas con el corazón henchido de felicidad. Sin embargo, de repente le asaltó una duda: seguro que él no era el único rey de India que gozaba de tal clase de riquezas. Su palacio era hermoso, y gran parte de su belleza consistía en las esbeltas columnas que lo sostenían; pero, ¿cuántos otros palacios las tenían también? Un palacio con muchas columnas era una cosa vulgar. Lo realmente interesante sería construir un palacio sobre una sóla columna... ¡eso sí que iba a ser una demostración de poderío!
Acostumbrado a hacer siempre su capricho, dio orden de que se buscara un árbol lo suficientemente vigoroso para que él solo pudiera sostener el palacio que haría construir. Partieron al instante los servidores y volvieron con la noticia de que habían hallado el árbol, que estaba justo en uno de los jardines de palacio.
Los servidores encargados de talarlo sabían que en los troncos de los árboles suelen vivir los dioses, de manera que le hicieron ofrendas, quemando incienso y encendiendo farolitos luminosos, para que el dios supiera que debía salir antes de que lo cortaran.
El dios comprendió que sus días estaban contados porque jamás abandonaría su refugio. Pero había algo que le dolía más que su propia suerte, y era la de los árboles más pequeños y las plantas que crecían a su alrededor, que serían aplastados cuando él cayera.
Entonces decidió presentarse ante Brahmadatta, para hacerle una súplica. El dios-árbol pidió al rey por su vida. Durante años había vivido en el parque, adorado por generaciones que le habían hecho ofrendas. Brahmadatta se sintió lleno de orgullo por ello, y le respondió que dentro de su palacio sería el más admirado, y que nuevas generaciones lo contemplarían por los siglos.
Muy triste quedó el dios con esta respuesta. Inclinó la cabeza y pidió, como única gracia, que al talarlo, cortaran primero la parte más alta del árbol, luego la del medio y después la raíz.
Pensó Brahmadatta que de aquel modo el árbol sufriría como si le mataran tres veces, y lleno de asombro, interrogó al dios. Entonces explicó éste sus motivos: si cortaban el árbol de raíz, morirían a su caída todos los árboles pequeños que hoy crecían lozanos a su alrededor.
Brahmadatta, admirado ante tanta nobleza, comprendió entonces el valor de la bondad que llenaba el corazón del dios, y perdonó la vida del árbol.

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Si alguien te ofende, pon la otra mejilla. Puede pasar que antes de volver a repetir, se lo piense dos veces.

3 comentarios:

Fata Morgana dijo...

No espero comentarios para este post. Fácil es decirlo, y se necesitan varias vidas para realizarlo.
:)

Jonàs :D dijo...

necesitar tiempo para realizarlo, es no aceptarlo... solo reconoce q si te defiendes es porq crees haber sido atacada.
en cualquier otra vida la leccion sera la misma, y tu tambien

Fata Morgana dijo...

Gracias por tu reflexión, Jonás. Realmente dá que pensar ;)
Un saludo y bienvenido a FM!