En China, durante la dinastía T'ang, había un maestro Zen llamado Chao-chou. Para llegar a su templo era necesario cruzar el que después se conocería como puente de Chao-chou. En cierta ocasión, un monje le preguntó: "¿Cuál es tu puente?" Desde luego, no se refería al puente que conducía al templo, sino a la práctica del dharma. Chao-chou contestó: "Ayudar a cruzar tanto a los burros como a los caballos".
Un puente no sólo permite que lo crucen los burros, sino también animales más valiosos como los caballos. Un puente no distingue entre amigos y enemigos, o entre sabios y seres ordinarios. Ayuda a pasar a todos incondicionalmente. Les permite pasar sin tener en cuenta la actitud que tengan hacia él. Muy poca gente lo cruza con gratitud. Chao-chou deseaba de una manera desinteresada que todos cruzasen de Esta Orilla de la ilusión, a la Otra Orilla de la iluminación. Su práctica, idéntica a la de un gran bodisatva, estaba espléndidamente simbolizada por un puente.
Shundo Aoyama
4 comentarios:
Se precisa gente que tienda un puente entre corazones, entre almas, entre historias, entre culturas... Se precisa gente valiente que, lejos de inmolarse en el empeño, sea capaz de gestar con sus puentes nuevas formas de vida. Se precisa, se precisa... ¿quién da mas? Qué sola me siento hoy aquí...
Besitos, Fata.
No estás sola, Ana, a mí ya se me está quitando el miedo... y además, creo que no nos queda otra. Vos me entendés. Besote, guapísima.
La ilusión, justamente, es creer que hay algun lugar donde uno deba ir... creer que se necesita algo, pensar que algo debe ser cambiado... pensar... enfermedad de la mente...
Un dicho Zen reza:
"Detente, mira... alli no hace falta nada..."
Te leo de cuando en cuando...
Besos. Jorge.
Los puentes son necesarios en tanto y en cuanto haya movimiento, y la vida es eso: movimiento.
Te sigo.
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