Disculpad la extensión de este post, pero nacer no es ni corto ni fácil.
El comienzo
Podría escribirse un libro sobre todo lo que vi y me pasó la noche en que tomé la Juremahuasca. Doy fe. Y ojalá tuviera el talento de James Joyce para narrar con lujo de detalles, y minuto a minuto, mi odisea dentro y fuera de mí. Trataré, pues, de resumirlo lo mejor que pueda y con palabras -ya que es el único medio a nuestra disposición-, si bien muchas de mis visiones y experiencias están en el tiempo anterior a la formación del lenguaje, y prefiero reservármelas.
Éramos los mismos de la noche anterior en el temazcal, menos Antonella. Antes de la jurema se hicieron los rituales correspondientes y Jota fue sirviendo las pociones por turno. Primero me tocó a mí: una taza mediana, hasta arriba de ruda. Amarguísima. Y otra más, con la jurema.
Antes que nada, y sin ánimo de parecerme a esos esperpentos que aparecen en la tele y sueltan advertencias sensacionalistas, diré: este post no es apto para lectores sensibles. Agarraos: el sabor de la jurema es lo más parecido a los jugos gástricos que haya probado jamás. Podría añadir algún detallín, pero tratándose de gente adulta, el resto lo dejo librado a vuestra imaginación.
El siguiente paso fue esperar dentro del inipi sentados, como corresponde, en círculo, alrededor de una vela y cada cual con su cubo, ya que la jurema es un purgante cuya finalidad es limpiarnos tanto física como espiritualmente, sea a través del vómito, sea a través de la defecación, sea a través de lo que sea.
El comienzo
Podría escribirse un libro sobre todo lo que vi y me pasó la noche en que tomé la Juremahuasca. Doy fe. Y ojalá tuviera el talento de James Joyce para narrar con lujo de detalles, y minuto a minuto, mi odisea dentro y fuera de mí. Trataré, pues, de resumirlo lo mejor que pueda y con palabras -ya que es el único medio a nuestra disposición-, si bien muchas de mis visiones y experiencias están en el tiempo anterior a la formación del lenguaje, y prefiero reservármelas.
Éramos los mismos de la noche anterior en el temazcal, menos Antonella. Antes de la jurema se hicieron los rituales correspondientes y Jota fue sirviendo las pociones por turno. Primero me tocó a mí: una taza mediana, hasta arriba de ruda. Amarguísima. Y otra más, con la jurema.
Antes que nada, y sin ánimo de parecerme a esos esperpentos que aparecen en la tele y sueltan advertencias sensacionalistas, diré: este post no es apto para lectores sensibles. Agarraos: el sabor de la jurema es lo más parecido a los jugos gástricos que haya probado jamás. Podría añadir algún detallín, pero tratándose de gente adulta, el resto lo dejo librado a vuestra imaginación.
El siguiente paso fue esperar dentro del inipi sentados, como corresponde, en círculo, alrededor de una vela y cada cual con su cubo, ya que la jurema es un purgante cuya finalidad es limpiarnos tanto física como espiritualmente, sea a través del vómito, sea a través de la defecación, sea a través de lo que sea.
Si bien es verdad que estaba acojonada, me sentía mucho más segura que en mi primera toma en la Fundación. Para empezar, se trataba de un grupo pequeño con el que empaticé desde el principio, y la sensación de estar realmente en contacto con la naturaleza (y no dentro de una sala de meditación tapizada de alfombras), sumado a mi curiosidad, hicieron, supongo, que me entregara a la experiencia en libertad.
Comenzaron los cánticos. Por momentos, crecía la tensión. No habían pasado ni diez minutos, que a Jota le da por vomitar. Al parecer, alguien que ya está limpio vomita casi de inmediato, si bien es verdad que la medicina hace su efecto igual. Luego le tocó el turno a Rosa, luego a David, y luego… creo que Jota apagó la vela; no lo recuerdo exactamente. Quedábamos por vomitar Andreu y yo. Estaba segura de que Andreu no vomitaría. Noté que se mantenía en posición de observador, y me recordó mucho a mí en mi primera toma de Ayahuasca (igual es sólo una impresión).
A la hora, sin embargo, llegué a la conclusión de que yo tampoco iba a vomitar. Inclusive se me habían quitado las náuseas, me había tumbado y ya empezaba a tener las primeras visiones. Surgían naturalmente, muy vívidas, bellísimas, llenas de color. Visiones nocturnas de animales marinos, de especies que existen actualmente y que no obstante me eran mostradas en los tiempos en que fueron creadas. Mejor aún: en el momento en que eran creadas. Pulpos, peces, lagartijas, serpientes, moluscos, iguanas, plantas subacuáticas, libélulas, corales, anémonas… Cada criatura encajaba perfectamente una junto a la otra, yuxtaponiéndose, en una trama maravillosa que ondulaba ante mis ojos como un tapizado que tuviera, no obstante, vida propia. Era un banquete vital a la vez perfecto y caótico, donde cada criatura ocupaba un espacio en el infinito entramado de la vida, comportándose, a la vez, de forma independiente. La vida en su estado puro, es decir, dándose vida a si misma en la fiesta silenciosa de la reproducción.
Me quedé embelesada viendo todo aquello -no sé si más embelesada que estupefacta o más estupefacta que embelesada- y en un momento me dio por abrir los ojos e incorporarme. El inipi me pareció altísimo. Estaba segura de que podía ponerme de pie dentro de él sin tocar el techo. No había notado que hubiera una lámpara de hierro colgada de allí, así que la toqué para cerciorarme de que no era obra de mi imaginación: ¿cómo podía tocarla, estando el techo tan alto?
Comenzaron los cánticos. Por momentos, crecía la tensión. No habían pasado ni diez minutos, que a Jota le da por vomitar. Al parecer, alguien que ya está limpio vomita casi de inmediato, si bien es verdad que la medicina hace su efecto igual. Luego le tocó el turno a Rosa, luego a David, y luego… creo que Jota apagó la vela; no lo recuerdo exactamente. Quedábamos por vomitar Andreu y yo. Estaba segura de que Andreu no vomitaría. Noté que se mantenía en posición de observador, y me recordó mucho a mí en mi primera toma de Ayahuasca (igual es sólo una impresión).
A la hora, sin embargo, llegué a la conclusión de que yo tampoco iba a vomitar. Inclusive se me habían quitado las náuseas, me había tumbado y ya empezaba a tener las primeras visiones. Surgían naturalmente, muy vívidas, bellísimas, llenas de color. Visiones nocturnas de animales marinos, de especies que existen actualmente y que no obstante me eran mostradas en los tiempos en que fueron creadas. Mejor aún: en el momento en que eran creadas. Pulpos, peces, lagartijas, serpientes, moluscos, iguanas, plantas subacuáticas, libélulas, corales, anémonas… Cada criatura encajaba perfectamente una junto a la otra, yuxtaponiéndose, en una trama maravillosa que ondulaba ante mis ojos como un tapizado que tuviera, no obstante, vida propia. Era un banquete vital a la vez perfecto y caótico, donde cada criatura ocupaba un espacio en el infinito entramado de la vida, comportándose, a la vez, de forma independiente. La vida en su estado puro, es decir, dándose vida a si misma en la fiesta silenciosa de la reproducción.
Me quedé embelesada viendo todo aquello -no sé si más embelesada que estupefacta o más estupefacta que embelesada- y en un momento me dio por abrir los ojos e incorporarme. El inipi me pareció altísimo. Estaba segura de que podía ponerme de pie dentro de él sin tocar el techo. No había notado que hubiera una lámpara de hierro colgada de allí, así que la toqué para cerciorarme de que no era obra de mi imaginación: ¿cómo podía tocarla, estando el techo tan alto?
Los cánticos proseguían, y yo no sabía si era Jordi, una grabación o si estaban sonando dentro de mi cabeza. Se lo pregunté y él me respondió que, en efecto, era una grabación, que estaba allí para acompañarme.
Mi mente comenzó a detenerse.
Los icaros
Lo noté porque no había manera de que pudiera localizar el reproductor de audio con la vista, y eso que había luz dentro de inipi. Estaba convencida de que Jota me gastaba una broma. Esa música no existe. Evidentemente, había cosas que yo no podía ver. Es más: había cosas que sólo podía ver dentro de mí. Como la música, por ejemplo.
Cuando entró la corriente de aire yo nisiquiera me sorprendí, sino que le sonreí tranquilamente. Es raro que entre una corriente de aire en una noche tan serena. Sea como fuere, estaba segura de que no era una corriente de aire cualquiera, sino una que venía a acompañarnos. Quizá la corriente de aire quisiera hacer el viaje con nosotros. Le dí la bienvenida por dentro, y ella ocupó su lugar junto a Jota, que se veía enorme, oscuro y ceremonioso. El techo del inipi, que más que techo era una cúpula iluminada desde fuera por la Luna, me pareció tan precioso como aterrador. Esto se está apoderando de mí, recuerdo haber dicho.
Hice una arcada, pero no conseguí vomitar.
Supe entonces que, por mucha resistencia que pusiera, mi mente iba a detenerse por cojones, y que la planta me llevaría a donde ella quisiera llevarme. Es más fuerte que yo, dije.
Mi mente comenzó a detenerse.
Los icaros
Lo noté porque no había manera de que pudiera localizar el reproductor de audio con la vista, y eso que había luz dentro de inipi. Estaba convencida de que Jota me gastaba una broma. Esa música no existe. Evidentemente, había cosas que yo no podía ver. Es más: había cosas que sólo podía ver dentro de mí. Como la música, por ejemplo.
Cuando entró la corriente de aire yo nisiquiera me sorprendí, sino que le sonreí tranquilamente. Es raro que entre una corriente de aire en una noche tan serena. Sea como fuere, estaba segura de que no era una corriente de aire cualquiera, sino una que venía a acompañarnos. Quizá la corriente de aire quisiera hacer el viaje con nosotros. Le dí la bienvenida por dentro, y ella ocupó su lugar junto a Jota, que se veía enorme, oscuro y ceremonioso. El techo del inipi, que más que techo era una cúpula iluminada desde fuera por la Luna, me pareció tan precioso como aterrador. Esto se está apoderando de mí, recuerdo haber dicho.
Hice una arcada, pero no conseguí vomitar.
Supe entonces que, por mucha resistencia que pusiera, mi mente iba a detenerse por cojones, y que la planta me llevaría a donde ella quisiera llevarme. Es más fuerte que yo, dije.
Cerré los ojos y me dejé llevar por la música de los icaros. Esos hombres sabían exactamente lo que a mí me estaba pasando…¿o era que me inducían a viajar por ciertos lugares a su antojo? Si bien resultaba en todo momento tranquilizador, lo que yo no entendía era si los icaros me inducían a viajar o, siendo que mis visiones coincidían con el contenido de sus cánticos, esas voces sabían lo que estaba pasando por mi cabeza.
En cualquier caso, ignorar los icaros resultaba literalmente imposible. Era como si me hubiera montado a un carro y me llevaran, siendo el carro mi conciencia y el conductor los icaros; y aunque el viaje fuera sumamente agradable, no dejaba de parecerme a todas luces inquietante. Cuando mi cuerpo empezó a moverse al rítmo hipnotizante de los cánticos, me pregunté una vez más si era por obra de mi voluntad, o no. Me movía hacia los costados, hacia atras y hacia delante, y luego en círculos… Intenté dejar de moverme ¡pero no podía! Peor aún: si intentaba detenerme, los movimientos crecían y la sensación, antes placentera y de gran libertad, se volvía desagradable. Creí estar ejecutando una danza india.
Empecé a sentirme embotada, aturdida, extraña. Me pareció oir a Jota diciendo que la jurema había sido preparada con mi energía: Te sientes mareada… ¡y claro!¡esto es medicina!¿tú que te creías? Confusión. Y yo que siempre me había preguntado si con los enteógenos es posible alucinar con los ojos abiertos ¡resultaba que ahora le veía con los ojos cerrados!
Algo me cogió de la coronilla y tiró de mí hacia arriba, suavemente, pero con firmeza. Empezó a sonar un icaro en quéchua. Me sentí agradecida y más cerca de la tierra, libre, sin forma, y aún sin salir de mí, apareció ante mis ojos una talla gigantesca, de aspecto vegetal y al mismo tiempo pétreo, abandonada en la espesura. Supe, en ese instante, que era la talla de un guerrero, que era yo misma, y que los guerreros no van por la vida con la cabeza baja, sino en alto. Como supe también que en realidad ese guerrero no estaba abandonado, sino en lo alto de una sierra a cuyos pies se levantaba una grandísima ciudad. Estaba amaneciendo y todas las viviendas se veían iluminadas. La última vez que vi algo parecido fue el día en que llegué a España, lo cual me dejó un recuerdo imborrable: espigones iluminados, docenas de radiales sobre una lengua oscura e inmensa, al alba, sobre el mar.
Pero eso no era España, ni había espigones, ni yo estaba en un avión, sino flotando a gran altura, en el monte, junto al guerrero, en el amanecer de una próspera ciudad iluminada que se extendía al pie de un valle. Recuerdo haber pensado: ¿Cómo harán para iluminarse, si no tienen luz eléctrica?
Entonces mi perspectiva se puso en oblícuo y despegué. Volé a mucha altura sobre la ciudad. Vi un enorme ejército de hombres yendo a la guerra al atardecer, en la sombra y bajo un cielo de tormenta. Los hombres se volvieron hacia mí, me miraron, y poco a poco noté como se iban convirtiendo en muñequitos de barro o arcilla con cara de bobos. La maravillosa escena se transformaba en un cómic. Eso me dejó claro que tenía que bajar para enseñarles alguna cosa, que no podía quedarme allí arriba, tan lejos, sino compartir con ellos mi conocimiento. ¡Ajá, el poder!, pensé; es lo contrario del amor. Y otra vez me hallé en el inipi.
Jota me extendió su mano y yo se la cogí:
- Roxana, te hemos recuperado.
Las lágrimas
A partir de aquí mis recuerdos se confunden y me resulta especialmente espinoso narrar lo que vino. Llegué a sentirme, eso sí, muy mal, ya que nunca antes había experimentado realmente el poder alucinógeno de la medicina, no tanto, quizá, porque el preparado de la Fundación no fuera bueno; sino porque todavía no estaba lista para recibirlo.
Hubo un momento en que llegué a pensar que la única que viajaba era yo, ya que había perdido completamente el sentido del tiempo. Rosa estaba fuera disfrutando de la noche, David meditaba en posición yogui, Andreu ni se movía y Jota parecía dormitar. Yo viajaba, estando y no estando. En cualquier caso, estuviera donde estuviera no me hacía mucha gracia estar allí. Quiero decir que estar en dos lugares a la vez no resulta agradable. O quizá en tres. Porque estaba dentro de mí, fuera de mí y en el inipi.
Para ser precisa, la dimensión fuera de mí correspondía al estado de ojos cerrados, en cuyo caso se trataba de un orgiástico torbellino de visiones de todos colores, referentes al mundo animal y vegetal, por decirlo de alguna manera y para dar alguna referencia, como pudo describirlo Borges en El Aleph.
La dimensión en el inipi me presentaba a mis compañeros como seres por momentos amenazadores, por momentos burlones y por momentos reconocibles, a quienes pretendía llegar mediante el lenguaje, que ya empezaba a fallar. Además, cuando cerraba los ojos, el inipi se transformaba tanto, que hubo un momento en que no supe si lo que veía, lo veía realmente, o lo estaba haciendo a través de la conciencia.
Y la dimensión dentro de mí, que me hacía sentir increíblemente embotada y a la vez ligera. No hay límites, dije; y David saltó: ¿Cómo? Creí oir la pregunta: ¿En la realidad? Y yo respondí: No, en la realidad sí que hay. Después de eso recuerdo haberme echado a llorar.
El llanto me enseñó a entender varias cosas:
1) que cuando era niña no me permitían llorar porque los fuertes no lloran, y tanto, que con el tiempo yo misma me impuse el mandato de no llorar (o quizá lo llevara incorporado mucho antes de nacer);
2) que el llanto es una forma de energía sanadora, tan natural como cualquier otra; como pueden serlo, por ejemplo, las palabras, o la risa;
3) que cuando el corazón se rompe es preciso llorar para que éste se recomponga, pero en compañía;
4) que mi corazón es como es… ¡y es fantástico!
Éste fue mi primer contacto con los tiempos en que todavía no había palabras, y las formas de la naturaleza se expresaban al rítmo de las emociones. Hubo un tiempo -en mí, y en todos nosotros- en que no había palabras, sino sólo emociones. Las palabras funcionan como una barricada que impide visualizar las emociones tal como son, y yo las estaba visualizando a través de mis lágrimas.
Nunca creí que el llanto tuviera forma, color y movimiento. Recuerdo exactamente lo que sucedía mientras lloraba y mis lágrimas se convertían en salvas de color y de luz. Era que el dolor se convertía en dicha, porque la dicha original nunca había dejado de estar allí, cubierta de dolor, pero viva. Por primera vez en mi vida, conectaba conmigo misma realmente. Por primera vez me revelaba tal y como soy ante mí misma, y también ante los demás, gente a la que apenas conocía, y que no obstante me conocía. Sentí el poder de mi amor, de un amor que necesita se reconducido, pero que es perfecto tal como es.
La voz de Jota: ¡El corazón, así es el corazón!¡Hay que abrir el corazón! Roxana, cuando tú te sanas, me sanas a mí… Roxana, gracias. Yo no acaba de creérmelo:
- ¿Cuando yo me sano…?
- Sí, cuando tú te sanas, yo me sano.
Y yo de una pieza.
- ¡Roxana!
- Sí…
-Quiérete.
El vómito psíquico
No recuerdo en qué momento, si fue antes o después de mi extraño diálogo con Jota, que apareció Rosa por el inipi. La buena mujer hablaba de cosas que yo no entendía y me pareció que los demás se apuntaban al diálogo, en plan: ¿Qué tal la noche? Estupenda. Yo me sentía cada vez más pequeña y más confusa. Ella se volvió hacia mí y creo haberle oído decir: Tú eres una mujer con una gran, gran energía… ¡pero la conduces tan mal! Tienes que aprender a conducir esa energía. Parloteos, visiones, confusión. Roxana, eres una mujer muy valiente (¡ya lo creo!).
Fue el principio de mi descenso a los infiernos. Que se rieran, me hacía bajar más, y peor. Si miraba a Rosa, la veía como una bruja asomada a la puerta del inipi con la cara sonriente y no obstante sombría. ¿Qué quería esa mujer de mí?¿Se estaba burlando?¿O estaba complotada con los otros para hacerme algún tipo de daño? Si miraba a los chicos, les veía como a tres lobos hambrientos y de ojos fosforescentes a punto de saltar sobre mí. Así que los cerraba, y aparecían criaturas extrañísimas, pegajosas, tan hermosas como grotescas. Oí la voz de Jota diciendo alegremente: ¡David! Hemos encontrado a la mujer de fuego. El aire se volvía denso y malicioso dentro del inipi, haciendo que me sintiera oscura y espesa. Pensé que se reían de mí, y tuve miedo. No había por donde escapar.
Hice una arcada, sintiendo como esa cosa subía a través de mi esófago. Vomité.
Si recuerdo haber vomitado es porque sé que lo hice, pero estoy segura de no haber vomitado en estado conciente, sino en otro. En cuál, que me lo expliquen, si es que alguien puede. En cualquier caso, después de cada arcada necesitaba abrir los ojos y ver el vómito dentro del cubo, para cerciorarme de que realmente estaba vomitando, y sobre todo, que seguía estando allí.
Empecé a sentirme embotada, aturdida, extraña. Me pareció oir a Jota diciendo que la jurema había sido preparada con mi energía: Te sientes mareada… ¡y claro!¡esto es medicina!¿tú que te creías? Confusión. Y yo que siempre me había preguntado si con los enteógenos es posible alucinar con los ojos abiertos ¡resultaba que ahora le veía con los ojos cerrados!
Algo me cogió de la coronilla y tiró de mí hacia arriba, suavemente, pero con firmeza. Empezó a sonar un icaro en quéchua. Me sentí agradecida y más cerca de la tierra, libre, sin forma, y aún sin salir de mí, apareció ante mis ojos una talla gigantesca, de aspecto vegetal y al mismo tiempo pétreo, abandonada en la espesura. Supe, en ese instante, que era la talla de un guerrero, que era yo misma, y que los guerreros no van por la vida con la cabeza baja, sino en alto. Como supe también que en realidad ese guerrero no estaba abandonado, sino en lo alto de una sierra a cuyos pies se levantaba una grandísima ciudad. Estaba amaneciendo y todas las viviendas se veían iluminadas. La última vez que vi algo parecido fue el día en que llegué a España, lo cual me dejó un recuerdo imborrable: espigones iluminados, docenas de radiales sobre una lengua oscura e inmensa, al alba, sobre el mar.
Pero eso no era España, ni había espigones, ni yo estaba en un avión, sino flotando a gran altura, en el monte, junto al guerrero, en el amanecer de una próspera ciudad iluminada que se extendía al pie de un valle. Recuerdo haber pensado: ¿Cómo harán para iluminarse, si no tienen luz eléctrica?
Entonces mi perspectiva se puso en oblícuo y despegué. Volé a mucha altura sobre la ciudad. Vi un enorme ejército de hombres yendo a la guerra al atardecer, en la sombra y bajo un cielo de tormenta. Los hombres se volvieron hacia mí, me miraron, y poco a poco noté como se iban convirtiendo en muñequitos de barro o arcilla con cara de bobos. La maravillosa escena se transformaba en un cómic. Eso me dejó claro que tenía que bajar para enseñarles alguna cosa, que no podía quedarme allí arriba, tan lejos, sino compartir con ellos mi conocimiento. ¡Ajá, el poder!, pensé; es lo contrario del amor. Y otra vez me hallé en el inipi.
Jota me extendió su mano y yo se la cogí:
- Roxana, te hemos recuperado.
Las lágrimas
A partir de aquí mis recuerdos se confunden y me resulta especialmente espinoso narrar lo que vino. Llegué a sentirme, eso sí, muy mal, ya que nunca antes había experimentado realmente el poder alucinógeno de la medicina, no tanto, quizá, porque el preparado de la Fundación no fuera bueno; sino porque todavía no estaba lista para recibirlo.
Hubo un momento en que llegué a pensar que la única que viajaba era yo, ya que había perdido completamente el sentido del tiempo. Rosa estaba fuera disfrutando de la noche, David meditaba en posición yogui, Andreu ni se movía y Jota parecía dormitar. Yo viajaba, estando y no estando. En cualquier caso, estuviera donde estuviera no me hacía mucha gracia estar allí. Quiero decir que estar en dos lugares a la vez no resulta agradable. O quizá en tres. Porque estaba dentro de mí, fuera de mí y en el inipi.
Para ser precisa, la dimensión fuera de mí correspondía al estado de ojos cerrados, en cuyo caso se trataba de un orgiástico torbellino de visiones de todos colores, referentes al mundo animal y vegetal, por decirlo de alguna manera y para dar alguna referencia, como pudo describirlo Borges en El Aleph.
La dimensión en el inipi me presentaba a mis compañeros como seres por momentos amenazadores, por momentos burlones y por momentos reconocibles, a quienes pretendía llegar mediante el lenguaje, que ya empezaba a fallar. Además, cuando cerraba los ojos, el inipi se transformaba tanto, que hubo un momento en que no supe si lo que veía, lo veía realmente, o lo estaba haciendo a través de la conciencia.
Y la dimensión dentro de mí, que me hacía sentir increíblemente embotada y a la vez ligera. No hay límites, dije; y David saltó: ¿Cómo? Creí oir la pregunta: ¿En la realidad? Y yo respondí: No, en la realidad sí que hay. Después de eso recuerdo haberme echado a llorar.
El llanto me enseñó a entender varias cosas:
1) que cuando era niña no me permitían llorar porque los fuertes no lloran, y tanto, que con el tiempo yo misma me impuse el mandato de no llorar (o quizá lo llevara incorporado mucho antes de nacer);
2) que el llanto es una forma de energía sanadora, tan natural como cualquier otra; como pueden serlo, por ejemplo, las palabras, o la risa;
3) que cuando el corazón se rompe es preciso llorar para que éste se recomponga, pero en compañía;
4) que mi corazón es como es… ¡y es fantástico!
Éste fue mi primer contacto con los tiempos en que todavía no había palabras, y las formas de la naturaleza se expresaban al rítmo de las emociones. Hubo un tiempo -en mí, y en todos nosotros- en que no había palabras, sino sólo emociones. Las palabras funcionan como una barricada que impide visualizar las emociones tal como son, y yo las estaba visualizando a través de mis lágrimas.
Nunca creí que el llanto tuviera forma, color y movimiento. Recuerdo exactamente lo que sucedía mientras lloraba y mis lágrimas se convertían en salvas de color y de luz. Era que el dolor se convertía en dicha, porque la dicha original nunca había dejado de estar allí, cubierta de dolor, pero viva. Por primera vez en mi vida, conectaba conmigo misma realmente. Por primera vez me revelaba tal y como soy ante mí misma, y también ante los demás, gente a la que apenas conocía, y que no obstante me conocía. Sentí el poder de mi amor, de un amor que necesita se reconducido, pero que es perfecto tal como es.
La voz de Jota: ¡El corazón, así es el corazón!¡Hay que abrir el corazón! Roxana, cuando tú te sanas, me sanas a mí… Roxana, gracias. Yo no acaba de creérmelo:
- ¿Cuando yo me sano…?
- Sí, cuando tú te sanas, yo me sano.
Y yo de una pieza.
- ¡Roxana!
- Sí…
-Quiérete.
El vómito psíquico
No recuerdo en qué momento, si fue antes o después de mi extraño diálogo con Jota, que apareció Rosa por el inipi. La buena mujer hablaba de cosas que yo no entendía y me pareció que los demás se apuntaban al diálogo, en plan: ¿Qué tal la noche? Estupenda. Yo me sentía cada vez más pequeña y más confusa. Ella se volvió hacia mí y creo haberle oído decir: Tú eres una mujer con una gran, gran energía… ¡pero la conduces tan mal! Tienes que aprender a conducir esa energía. Parloteos, visiones, confusión. Roxana, eres una mujer muy valiente (¡ya lo creo!).
Fue el principio de mi descenso a los infiernos. Que se rieran, me hacía bajar más, y peor. Si miraba a Rosa, la veía como una bruja asomada a la puerta del inipi con la cara sonriente y no obstante sombría. ¿Qué quería esa mujer de mí?¿Se estaba burlando?¿O estaba complotada con los otros para hacerme algún tipo de daño? Si miraba a los chicos, les veía como a tres lobos hambrientos y de ojos fosforescentes a punto de saltar sobre mí. Así que los cerraba, y aparecían criaturas extrañísimas, pegajosas, tan hermosas como grotescas. Oí la voz de Jota diciendo alegremente: ¡David! Hemos encontrado a la mujer de fuego. El aire se volvía denso y malicioso dentro del inipi, haciendo que me sintiera oscura y espesa. Pensé que se reían de mí, y tuve miedo. No había por donde escapar.
Hice una arcada, sintiendo como esa cosa subía a través de mi esófago. Vomité.
Si recuerdo haber vomitado es porque sé que lo hice, pero estoy segura de no haber vomitado en estado conciente, sino en otro. En cuál, que me lo expliquen, si es que alguien puede. En cualquier caso, después de cada arcada necesitaba abrir los ojos y ver el vómito dentro del cubo, para cerciorarme de que realmente estaba vomitando, y sobre todo, que seguía estando allí.
No sé cuántas vidas vomité, pero han de haber sido muchas.
Resulta acojonante la manera en que nos aferramos a la negatividad. En ocasiones incluse llegamos a quererla. La negatividad (llámese hucha en quéchua, seres, demonios, karma en sánscrito, o lo que sea) puede ser asombrosamente seductora. Es más: el que lea este relato y crea que está libre de esa negatividad, se equivoca. Sólo los iluminados están libres de esas criaturas. Nosotros estamos a su merced constantemente. Las llevamos a cuestas sin saberlo. Y lo que es peor: las vamos sembrando a nuestro paso, también sin saberlo. El virus de la negatividad se expande como un reguero de pólvora a lo largo y a lo ancho del planeta.
Ahora comprendo un poco más la estrategia de ciertas artes marciales, donde en vez de aceptar el golpe, el experto esquiva (el intento) de agresión. Con el virus pasa esto: en vez de esquivarle astutamente, le combatimos, en la creencia de que así nos desharemos de él, cuando en realidad sólo le dejamos entrar. Y una vez dentro, ya me dirás tú cómo le sacas. El secreto del triunfo sobre el virus está, pues, no en combatirle, sino en neutralizarle.
Le pedí a Jota que me diera un paliativo, ya que al parecer después del vómito el efecto del preparado aumenta. Y yo me sentía fatal: básicamente, aplastada. Él no se hizo rogar y me pasó una botellita amarilla. Recuerdo que me sentía muy mareada, como desdoblada -tanto, que si hubiera querido salir del inipi no lo habría logrado-, pero aún así conseguí coger el frasco. Como pude, le eché un vistazo, lo abrí y me bebí un trago. No se me ocurrió olerlo antes, algo que seguramente hubiera hecho de estar sobria. Pero recordad que mi mente estaba ralentizada, y no podía razonar (ya veis que razonar no viene tan mal a la hora de saber, entre otras cosas, si vas a tomarte un veneno o no), con lo cual acabé bebiéndome una solución no ingerible llamada agua de Cananga, concretamente un perfume que se usa para ciertos rituales, incluída la jurema.
Después de tragarlo, miré a Jota horrorizada: ¡Esto es perfume!, chillé. Y él que no salía de su asombro: ¡Claro que es perfume!¡Pero no es para que te lo bebas, es para que te lo frotes! Como para reforzar sus palabras (que llegaron demasiado tarde), se pasaba las manos por los brazos. No tardé en vomitarlo, afortunadamente. ¿A quién se le ocurriría tomarse el agua de Cananga? ¡Pues a mí!
Bébeme, dijo el Veneno.
Algo tendría que decirme el agua de Cananga. Lo supe después de vomitarla, cuando volvieron las arcadas y la Cananga se apoderó de mí. De hecho, lo que yo llamo el vómito psíquico no llegó hasta después de que me la bebiera. Tuve que preguntar a mis compañeros qué era lo que había sucedido exactamente durante el vómito, porque no estoy segura de haber estado allí.
Para que tengais una idea, por cada arcada sentía que me vomitaba a mí misma. Las alucinaciones llegaban como un flash. Todo mi ser se desdoblaba, se retorcía, se daba vuelta a sí mismo como un calcetín, saliendo. Recuerdo haber sido empujada hacia fuera a través de un canal multicolor, rugoso, helicoidal, que sólo hoy he logrado identificar, quizá, como el ADN.
Para graficarlo: imagínate que te lanzan a muchísima velocidad dentro de un ascensor y te detienen de repente: bien, aquí estoy de nuevo, delante de mi cubo. Imagínate que el ascensor es translúcido y se desliza vertiginosamente a través de la corriente primaria de la vida, y que mientras bajas, una pantalla panorámica te va mostrando, con todo detalle, en cámara lenta y a todo color, el espectáculo más extraordinario que hayas visto nunca: tu propio nacimiento. No hablo de los típicos vídeos del feto nadando en líquido amniótico, sino de algo realmente difícil de poner en palabras.
Imagínate que mientras vomitas, sabes que estás naciendo, y que en el acto de nacer te estás pariendo a ti mismo, y que a la vez eres la vagina por la que empiezas a nacer. Y que mientras naces, te exorcisas.
El fuego
Poco a poco fui tomando conciencia de que quizá fuera necesario salir. El que me animó bastante para ello fue Jota, que era el único que quedaba en el inipi además de mí: Sal, Roxana, ve con los demás, ve hacia la vida, hacia el fuego… que es vida.
Me arrastré como pude fuera del inipi, me incorporé, tambaleé… Tuve muchas ganas de orinar, pero estaba muy oscuro y no me atreví a adentrarme en la maleza (finalmente terminé orinándome encima mientras estaba sentada en la hierba, con gran alivio de mi parte).
Resulta acojonante la manera en que nos aferramos a la negatividad. En ocasiones incluse llegamos a quererla. La negatividad (llámese hucha en quéchua, seres, demonios, karma en sánscrito, o lo que sea) puede ser asombrosamente seductora. Es más: el que lea este relato y crea que está libre de esa negatividad, se equivoca. Sólo los iluminados están libres de esas criaturas. Nosotros estamos a su merced constantemente. Las llevamos a cuestas sin saberlo. Y lo que es peor: las vamos sembrando a nuestro paso, también sin saberlo. El virus de la negatividad se expande como un reguero de pólvora a lo largo y a lo ancho del planeta.
Ahora comprendo un poco más la estrategia de ciertas artes marciales, donde en vez de aceptar el golpe, el experto esquiva (el intento) de agresión. Con el virus pasa esto: en vez de esquivarle astutamente, le combatimos, en la creencia de que así nos desharemos de él, cuando en realidad sólo le dejamos entrar. Y una vez dentro, ya me dirás tú cómo le sacas. El secreto del triunfo sobre el virus está, pues, no en combatirle, sino en neutralizarle.
Le pedí a Jota que me diera un paliativo, ya que al parecer después del vómito el efecto del preparado aumenta. Y yo me sentía fatal: básicamente, aplastada. Él no se hizo rogar y me pasó una botellita amarilla. Recuerdo que me sentía muy mareada, como desdoblada -tanto, que si hubiera querido salir del inipi no lo habría logrado-, pero aún así conseguí coger el frasco. Como pude, le eché un vistazo, lo abrí y me bebí un trago. No se me ocurrió olerlo antes, algo que seguramente hubiera hecho de estar sobria. Pero recordad que mi mente estaba ralentizada, y no podía razonar (ya veis que razonar no viene tan mal a la hora de saber, entre otras cosas, si vas a tomarte un veneno o no), con lo cual acabé bebiéndome una solución no ingerible llamada agua de Cananga, concretamente un perfume que se usa para ciertos rituales, incluída la jurema.
Después de tragarlo, miré a Jota horrorizada: ¡Esto es perfume!, chillé. Y él que no salía de su asombro: ¡Claro que es perfume!¡Pero no es para que te lo bebas, es para que te lo frotes! Como para reforzar sus palabras (que llegaron demasiado tarde), se pasaba las manos por los brazos. No tardé en vomitarlo, afortunadamente. ¿A quién se le ocurriría tomarse el agua de Cananga? ¡Pues a mí!
Bébeme, dijo el Veneno.
Algo tendría que decirme el agua de Cananga. Lo supe después de vomitarla, cuando volvieron las arcadas y la Cananga se apoderó de mí. De hecho, lo que yo llamo el vómito psíquico no llegó hasta después de que me la bebiera. Tuve que preguntar a mis compañeros qué era lo que había sucedido exactamente durante el vómito, porque no estoy segura de haber estado allí.
Para que tengais una idea, por cada arcada sentía que me vomitaba a mí misma. Las alucinaciones llegaban como un flash. Todo mi ser se desdoblaba, se retorcía, se daba vuelta a sí mismo como un calcetín, saliendo. Recuerdo haber sido empujada hacia fuera a través de un canal multicolor, rugoso, helicoidal, que sólo hoy he logrado identificar, quizá, como el ADN.
Para graficarlo: imagínate que te lanzan a muchísima velocidad dentro de un ascensor y te detienen de repente: bien, aquí estoy de nuevo, delante de mi cubo. Imagínate que el ascensor es translúcido y se desliza vertiginosamente a través de la corriente primaria de la vida, y que mientras bajas, una pantalla panorámica te va mostrando, con todo detalle, en cámara lenta y a todo color, el espectáculo más extraordinario que hayas visto nunca: tu propio nacimiento. No hablo de los típicos vídeos del feto nadando en líquido amniótico, sino de algo realmente difícil de poner en palabras.
Imagínate que mientras vomitas, sabes que estás naciendo, y que en el acto de nacer te estás pariendo a ti mismo, y que a la vez eres la vagina por la que empiezas a nacer. Y que mientras naces, te exorcisas.
El fuego
Poco a poco fui tomando conciencia de que quizá fuera necesario salir. El que me animó bastante para ello fue Jota, que era el único que quedaba en el inipi además de mí: Sal, Roxana, ve con los demás, ve hacia la vida, hacia el fuego… que es vida.
Me arrastré como pude fuera del inipi, me incorporé, tambaleé… Tuve muchas ganas de orinar, pero estaba muy oscuro y no me atreví a adentrarme en la maleza (finalmente terminé orinándome encima mientras estaba sentada en la hierba, con gran alivio de mi parte).
El fuego, debo ir hacia el fuego. Llegué tambaleando hasta la preciosa fogata que ardía desde el comienzo de la ceremonia, y me uní a los demás.
Entonces sentí que alguien a mis espaldas empezaba a masajearme. Me dí la vuelta, y al principio no vi a nadie. Luego noté que era Rosa y me tranquilicé. Pero tuve miedo, también, porque sus masajes me hundían, y pensé: ¿por qué esta mujer quiere hundirme?
En algún momento debo haber llegado a la conclusión de que no era así, porque me incorporé y la abracé. La abracé con todas mis fuerzas y con todo mi amor; tanto, que ella tembló. Aflojé mi abrazo y así nos quedamos largo rato, la una en la otra.
Tú eres parte de mí.
Esa noche supe que, al nacer, olvidamos quienes somos.
-----------------------------------------------
Gracias, amigos míos. Gracias Conciencia Profunda por permitirme recordar. Gracias Gran Espíritu. ¡Ahó!
En algún momento debo haber llegado a la conclusión de que no era así, porque me incorporé y la abracé. La abracé con todas mis fuerzas y con todo mi amor; tanto, que ella tembló. Aflojé mi abrazo y así nos quedamos largo rato, la una en la otra.
Tú eres parte de mí.
Esa noche supe que, al nacer, olvidamos quienes somos.
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Gracias, amigos míos. Gracias Conciencia Profunda por permitirme recordar. Gracias Gran Espíritu. ¡Ahó!
26 comentarios:
Bien muy bien.
Te contaria lo que yo vi pero no tengo suficiente información.
Empiezas de 0 genial. Lo publicaré también en mi web. Como experiencias y pondré un link al tuyo de Fata Morgana.
Muy buen trabajo Roxana para que luego no digan que la medicina cambia la vida a la gente.
Un abrazo
Jordi
"Para que luego NO digan que la medicina NO cambia la vida de la gente..."
El material ya existía, por suerte el árbol tenía buenas raíces (a pesar de lo que decía mi expsico, que ahora se queja de que su ex marido sólo le haya dejado deudas).
¿Cómo que me contarías lo que tú viste pero "no tienes demasiada información"?
Ya me lo contarás.
Por cierto, ¿venís o no el 25?
23 de agosto de 2008 8:39
Hola,
entré aquí mientras buscaba información sobre drogas alucinógenas (o enteógenas) y me encontré con este increible relato, muy bueno, de veras. Ya te seguía en el cosmonauta del azulejo y me llamó la atención tu intensidad.
Ya sabemos todos los poderes que tiene la ayahuasca, pero no hay que olvidar también la manipulación que podría hacer el hombre sobre la planta. Quiero decir que eso puede ser peligroso.
Tú en un momento hablas de INDUCCIÓN. Yo tomé ayahuasca y en ningún momento necesité de los llamados "icaros", ni fui inducido por ellos para hacer mi viaje, ni se hicieron rituales. En mi opinión, no es necesario tanta parafernalia para que la droga haga su efecto curativo, y se de que hablo porque insisto, yo también la tomé. No te lo tomes como una crítica, solo aclarar que yo prefiero hacerlo en un marco más natural y no tan "religioso", porque creo que esto contamina.
Luego hay otros que se enfadan si dices que la ayahuasca es una droga, y no se por qué, ya que lo es. Si buscas en la wiki la definición de droga ya verás lo que pone "Una droga, fármaco o medicamento es cualquier sustancia con capacidad de alterar un proceso biológico o químico en un organismo vivo con un propósito no nutricional". Entonces ¿por qué se cabrean tanto si dices que la ayahuasca ES una droga, o por lo menos, que la contiene? Cuestiones políticas. Sabemos que la ayahuasca contiene DMT, que es una droga, y un inhibidor, pero hay gente que se empeña en llamarla con diversos nombres muy místicos que no comparto. En mi opinión, este tipo de "movidas" o "movimientos", o sectas, o como se llamen, son las que justamente subvierten los beneficios de la ayahuasca y hace que la gente se confunda.
Es todo lo que quería decir, gracias por tu sinceridad y un gran saludo.
Jose Luis
Hola Roxana! Námaste!
. Bonito post! Muy bien escrito.
Yo tbn hice mi pequeña "reflexión" en mi "blog".
¡Que recuerdos de aquellos días! ¡Cuánto comprendimos aquella noche!
Un abrazo y, hasta pronto.
Andreu
Hola, Jose Luis, bienvenido y gracias por tu comentario.
A propóstio de lo que dices sobre la aplicación del término "droga" para la ayahuasca, me interesa postear sobre el asunto. Antes que nada, aclarar que no soy ninguna experta en cuestiones químicas, pero que me interesa razonar sobre el asunto.
Haces mención a la Wikipedia, donde también dice que:
"El concepto farmacológico y médico de la palabra droga es cualquier sustancia química capaz de modificar el funcionamiento de un ser vivo"; lo cual desde luego también incluiría a los psicoativos enteógenos como la ayahuasca.
Pero más tarde, en el apartado CONDICIONES PARA QUE UNA SUSTANCIA SEA CONSIDERADA "DROGA", añade:
"Para que una droga sea considerada como tal ha de cumplir las siguientes condiciones:
-Ser sustancias que introducidas en un organismo vivo son capaces de alterar o modificar una o varias funciones psíquicas de éste (carácter psicótropo o psicoactivo);
-Inducen a las personas que las toman a repetir su autoadministración por el placer que generan;
-El cese en su consumo puede dar lugar a un gran malestar somático o psíquico (dependencia física o psicológica);
-No tienen ninguna aplicación médica y si la tienen, pueden utilizarse con fines no terapéuticos".
De lo cual entiendo que una DROGA es, en efecto, una sustancia capaz de alterar o modificar una función, SIEMPRE Y CUANDO se le añada la necesidad de volver a repetir su uso.
Visto así, no creo que la ayahuasca sea una droga.
Lo que dices sobre el uso de icaros y rituales en la toma de ayahuasca como ceremonia: en lo personal la he probado de otra manera (más natural, como tú dices, que no sé muy bien a qué te refieres), y si bien fue una experiencia estupenda, de momento prefiero ésta, que parafrasenado a la persona que me la dio por primera vez, es UNA manera de tomarla- también hay otras.
Lo que dices sobre las movidas, movimientos y sectas ya es harina de otro costal. Partiendo de mi propia experiencia, creo que la ayahuasca es una planta medicinal cuya función es descorrer el velo que me separa de nuestra conciencia profunda (de mi soy), dándome la posibilidad de volver a conocerme, de recordarme, por lo que yo era antes de (todo lo que ya conocesmos y viene después). Digamos que podría ayudarme a modificar y mejorar mi estructura cognitiva.
Con quién la tomas, cómo y en qué momento creo que no dejan de ser hechos circunstanciales. Hay una visión más romántica (que me encanta), hay otras más racionalistas, también estupendo pero el hecho de que vaya a haber secta o no, no creo yo que dependan de que la ayahuasca sea una droga o no, sino de tus necesidades y de cómo estabas tú antes de la toma. La ayhuasca es el medio, nunca el fin.
El problema es que hay una tendencia a utilizar la ayhuasca, me parece, como arma arrojadiza de unos contra los otros (románticos vs. racionalistas), lo cual no hace más que repetir los patrones que usamos en occidente: ¿por qué mejor no unir una cosa y la otra? A mí no me importa estar con la gente del Camino Rojo y luego estudiar por mi cuenta, no me asusta eso... la cosa es que ellos no se asusten de mí, porque si es así ya es el predominio de un mundo sobre otro y eso ME JODE.
Si la gente se confunde, allá ellos... ¡hasta un vaso de agua podría volverse adictivo si no hay conciencia!
Un saludo
Jose Luis
Si ponemos la mente en esto solo sale mente.
Que pena que busques protagonismo e confrontación.
Un saludo para ti
Jordi
Jordi, sólo una pregunta ¿qué entiendes tú por "mente"? Porque hay una moda muy anti-mente, y podría prestarse a confusiones.
Quiero decir: ¿qué sería de las enseñanzas que nos deja la planta si DESPUÉS no nos diera por intentar COMPRENDER, con la mente+el corazón, lo que ha sucedido?
Guapa, acabo de llegar.
Te seguiré leyendo en este nuevo periplo tuyo.
En cuanto me ponga al día te comento al hilo.
Besazos, preciosa.
Buena integración, poderosa experiencia. No te preocupes por lo del agua de kananga, en pucallpa algunos chamanes se beben el agua de florida!
Bendita medicina....
Saludos
Gracias, Nur, y bienvenida al blog.
Imagino que el agua no me dará consecuencias (jajjja), aunque su poder se hizo notar. Besos!
Ahora que entraste tendrás que seguir... Ya es todo un compromiso con vos misma, me parece.
Droga es un subgénero, no lo engloba todo.
Yo conocí a unos que decían haber tomado Sampedro y me contaron unas historias de arcoiris y caleidoscopios que bien podían salir de su imaginación. Pero lo tuyo es otra cosa...
Me tenés impresionado. Te sigo.
Un abrazo
CHIN-CHU-LIN
jajajajajajaja creo conocer a los tíos esos del arcoiris...
pero tengo entendido que en una segunda toma bajaron al Sneffels Yocul, y vieron antropoides :P
Es la diferencia entre tomarla en plan turista y hacerlo en serio. Agarrate Catalina.
Pero qué te voy a decir yo a vos...
CHINCHULIN
Cualquier sustancia se puede tomar de cualquier manera de hecho muchos lo hacen!pero luego ocurre lo que ocurre, si no se dan estos tres elementos,sustancia de calidad, buen contexto y un guía experto,
la experiencia no Será lo provechosa que se espera de ella, no solo eso se puede convertir en un infierno.
No se trata de que si es religioso o no, mejor religioso que por libre!!
La prepotencia no es buena cuando se trata de enteógenos.
Un gran beso a todos
Gracias, Fata por tu respuesta, pero yo me quedo con la primera definición de droga, sin las connotaciones que le dá la DEA. Vale, si quereis, mejor hablemos de fármaco.
Ante todo añadir que mi deseo no es confrontar. Proponer otro frente, otro punto de vista, no tiene por qué significar siempre confrontación. Además, una cosa es “confrontar” y otra “enfrentarse”. Confrontando puede llegar a haber concenso; enfrentándose, no. Suelen confundirse los términos y las intenciones, luego se llega al extremo de decir que ha habido prepotencia.
Y te digo, Jurema, lo que entiendo por prepotencia: al afán de asegurar que “mejor con religión que sin”. ¿Por qué? Porque convertir la toma del fármaco ayahuasca en una “experiencia religiosa” me disocia del mundo real, y yo no quiero eso. Claro que hay cosas que están más allá de la razón, claro que la expansión de la conciencia es brutal y parece ir más allá tanto de la razón como de la intuición, pero entiende que “ir por libre” no tiene por qué agenciarse a la idea de hacerlo de forma irresponsable. Sólo porque no estás “en una religión”.
Jordi, lo mismo: ¿cuál es el problema con la mente? No es la mente lo que jode, lo que jode es la manera en que la usamos.
Criticamos a los cristianos y a los musulmanes y a las grandes religiones porque “no sirve”, y creamos otra en torno a la Pachamama. ¿No habeis notado acaso que la Pachachama no es más que una “interpretación mental” basada en algo cultural, producto de la experiencia de ciertas personas con una planta que crece en la Amazonía, bajo unos patrones de un sistema ya extinto? El Imperio Inca murió, el Romano también, y el nuestro va a caerse fijo, pero la ayahuasca seguirá existiendo, fijo también. Ella no tiene problemas con las disociaciones.
Un saludo
JOSE LUIS
Anónimo:
Mi intención es exponer mi parecer, no entrar en una polémica inagotable.
Cuando yo digo prepotencia! lo digo, no con ánimos de que te sientas identificado , yo te respeto!.
He visto y conocido personajes totalmente incapacitados para conducir una ceremonia y en cambio las hacen!.
Cuando digo mejor en contexto religioso no es que sea más o menos valido que otros.
Y que cada uno haga lo que le apetezca!!
Con cariño abrazos
Hola, José Luis, tus comentarios son bienvenidos. Me quedo con tu aguda diferenciación entre términos (confrontar, enfrentarse) y lo entiendo. Presumo también que eres vehemente a la hora de exponer, que no violento, y también lo entiendo (yo también lo soy a veces. Se trata de no confundir el "qué" con el "cómo").
Entiendo, también, que lo que Jurema ha querido decir es que hay gente realmente irresponsable a la hora de dar ayahuasca, sea de la forma que sea, y que es preferible que te la dén bien en un contexto religioso que mal en otro contexto. Yo creo que pueden dártela mal en los dos.
Lo de la disociación me parece muy atinado y, no sé qué le parecerá a los demás, pero a mí no me molesta y creo que es clarificador. Aquí todos los puntos de vista son bienvenidos.
Saludos a todos, y me voy a hacer noni.
Bueno como veo que no lo has cambiado te lo recuerdo para que sea mas veridico.
No te tomastes dos basos uno de Ruda y otro de Jurema.
Te tomastes un baso de Ercampuri para limpiar tu sangre y tener mas que sacar ya que el vomito es durillo.
Y un baso de ruda con Jurema sin nada mas que eso.
Un saludo
Jordi
¿Qué es ercampuri?¿Y el nombre de las plantas, cuál es?
El Ercampuri es una planta que limpia la sangre.
Es del Perú ahora no se si de sierra o selva pero lo tengo aqui para limpiar la sangre cuando tomas medicina. Tambien lo pongo porque así hay más que vomitar ya que hacemos dieta y sacar el mal gusto de la Jurema con Ruda.
Así que te tomastes un baso de Ercampuri que es adelgazante tambén. Y uno de Jurema.
Un saludo
Jordi
Pues en todo caso ya he vuelto a ganar peso jajajaj...
Y sacar el mal gusto de la Jurema????¡¡¡Si los dos son UN ASCO!!!
Pues si lo son pero ese es el precio tan chiquito que hay que pagar para llegar a lo que llegastes solo tu decides si valio o no la pena
jejejejeje
Saludos
Jordi
Si ese es el precio, pues entonces no lo hay si se compara con los resultados.
:)
Planta originaria de la Sierra Peruana, conocida y recomendada por sus propiedades como hepatoprotector y reductor de colesterol.
El Hercampuri esta recomendado debido a que actúa como desintoxicante y diurético, quema la grasa del cuerpo regulando el metabolismo reduciendo el exceso de grasa del cuerpo sin riesgo de causar anorexia y reduce los riesgos de problemas cardio vasculares.
Cuidado con la Ruda!!
Un besazo
La ruda es ASQUEROSA. Y no, fue error mío, hercanpuri era la hierba, tienes razón.
:)
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